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Le decían «Decidín»

Era tan vago
que no iba ni por tabaco.
Le costaba comer y moverse
y tenía bastantes kilos.
Le decían «el Decidín»
porque era el más flojo del pueblo.
Tenía aún familia
de la que daba rabia y pena.
A sus 30 años hacía menos
que un palo en el suelo
y los amigos se hartaban de reír
por los chistes que tenía.
Ahorraba hasta saliva y palabra.
Un tío tan parao que no tenía
igual en todo el término.
Pues también era hijo del Señor,
y así, en un pueblo tan religioso,
tampoco le hacían gran cosa.
«Lo pobrecito que era»
salía algunas veces.
Y nada allí estaba «Decidín»
en la plaza del pueblo
cuando un buen día
un infarto le dió.
Que dió mucha penita a su familia
que en el fondo lo quería
y sus conocidos.
«Ya se fue «Decidín»».
Que era también
hijo del Señor.

Jaime Garzón Rivero