«¿A cuantas lágrimas, caben tan pocos versos?»

Verychero Dhadra

Sueño, con que quizá, me escriba mi amor,

Una carta, con mi nombre y dirección.

Que no me diga, lo mucho que la quiero…

Que la firme, y que al final, yo sin saberlo,

Tras un borrón, haya algún “te quiero”.

¿Dónde está, ese cartero?

Que ella firmó, y le puso un sello.

Si no es verdad ¿por qué la siento?

Y si la siento ¿pa qué saberlo?

¿No son, con Dios los rezos,

Y con el amor, los sentimientos?

¿Dónde están, los borrones de tu carta?

Si no me quieres ¿por qué te sabes mis versos?

Algún ladrón, que se lleve mi alma,

Y después, la venda por dinero.

Que hasta, la del impostor,

Cotiza en el infierno.

Alguien leyó, su carta con su sello,

Y le recitó, algunos de sus versos.

¿Por qué lloró, si no era mi poesía?

Quizá ella, me lo diga algún día.

Yo solo escribo, sin saber, si son mis versos,

Tan bonitos, como su silencio.

Que yo, también tengo borrones,

Y aunque la carta, no sea para mí,

Y aunque el ladrón diga, que no valgo “un duro”,

No le firmo, aunque valga poco.

Que de locos, está lleno el mundo,

Que no le escriben, ni poesía a su amor.

Y prefiero el inframundo, y ser un vagabundo,

A no decirte que no, quiero el borrón de tu carta,

Y que me la traiga el cartero.

Que soy ya el vagabundo, que no tiene buzón,

Al que le escribes tus cartas, y al que le falta tu borrón.

Que yo tengo un cuaderno, donde guardo mis poemas, y tu dirección.

Que ya no me hace falta, saber si tú me quieres, como te quiero yo.

Que nunca fueron devueltas, aunque tuve una dirección.

Y al que le sobran tantos premios, y al que ya no quiere ninguno, te dice…

Que te lean otros sus versos, que te escriban otros sus cartas,

Que beses a quien tú quieras, que a mí ya no me hace falta.

Que si no me has escrito, tú sabrás.

Que un borrón, es un borrón. Que menos vale mi alma,

Pero no la vendo por ná. Y al cuaderno le prendo fuego,

Con mi escritura. Y si nadie me leyó, no pasa ná.

Que me encanta hacer tantos versos, e ir con mi locura.

Que ya tengo otra dirección.

Y cuando nadie te quiere, y te niega el bocadillo,

O estás loco, o muy solo.

Que me echen ya los trastos encima, y me digan, por qué no,

Se puede ser un vagabundo, y tener otra dirección.

Escribirle, aunque sea al cuaderno, y guardarlo para alguien.

Que hasta sin el cuaderno, me sé algunos versos,

Y me he leído algunos, hasta sin premio. Que me gustan más impresos.

¿Pero, y al aire? ¿Cuáles te suenan mejor?

¿Los de tu amor, o los de un vagabundo borracho?

Dicen, que son mejor, si son ebrios, y si se ha andado mucho.

Que si te falta alguna coma, no se imprimen.

Que si son buenos ¿para qué quieres venderlos?

Y si son malos ¿pa qué los guardas?

Yo voy con mi cuaderno, y ya, ni me hace falta.

Que cuando me niegan el bocadillo, me acuerdo de su cara.

Mira que les digo, que yo se los devuelvo, pero ni así vendo mi alma.

Que no me quieren… yo apunto en mi cuaderno.

Que no me fían, yo me quedo con sus caras.

Y ya, ni borrón, ni dirección, ni aquella carta.

Que me quito del cartero, de estudiar y de trabajar.

Que prefiero la basura, a ser deshonesto.

Que hay que estar loco, y no saber quererse.

Que tengo la suerte, del que aprende.

Y ná, que tengo pocos años. Y si alguna vez, no quise ser poeta,

Y ni quise a aquella princesa ¿Qué le voy a hacer? ¿Quitarme la vida?

Que me echen en cara cuatro embustes, que la calle siempre te espera.

Y sin hacerle nada a nadie, que me la quiten también si se atreven.

Que yo cargaré, con mi angustia, y mi suerte.

¿Que te he hecho daño? “Lo siento”.

¿Que estoy equivocado? “Es mi derecho”.

Que no lo hice mal aposta, ni queriendo.

Y si me juzgan, yo tengo mi cuaderno.

Que no me hace falta, que hasta así, me sé algunos versos.

Y si no soy yo, el que escribe en él, sea loco o cuerdo,

Para que los lea alguien o no… ¿Qué quieren, mi testamento?

Que me pierda en el aire, como el mejor de mis versos.

Que si estoy en la calle, ya saben lo que les dejo.

Y no, no me quitan mi cuaderno. Que los he escrito yo, y no son de nadie.

Que nada hice, nada quiero. Y si no soy yo, el impostor, que te dijo “te quiero”,

Y al que no quieren, ni en el infierno…

Que qué bonitas son las calles, que qué bonito es mi destierro.

Que mejor me quedo solo, que hacerles el favor, de que vayan a mi entierro.

Ahora sí, que soy peligroso, que escribo poesía…

¡Que me metan en el loquero! Que si no soy yo, el primero,

Como tantos otros, en labrarse su talento,

Aunque no sirva, para ganarse ningún premio.

Que me digan por qué yo no puedo,

Sin elegir nacer, ni a mis padres, ni a mi atuendo,

Lo que yo quiero.

¿Es por ley, no esforzarse, y caer en la desgracia, de no decirle a alguien “te quiero”?

¿Qué? ¿Vivo a costa de qué? ¿Del cuento?

Pues ya sabes, que te he dicho “lo siento”.

Que quiero probar la calle, antes de volver sin tinta en mi cuaderno.

Y si soy malo, la cárcel o el loquero. Que no quiero lo que quieren mis padres.

Que si estoy yo loco, y ellos cuerdos ¿A ver para qué me tuvieron?

Malogrado, que me digan.

¿Cómo se sentirían ellos, si supieran que no sirvo,

Ni para escribir versos?

Por eso me hago las maletas, y les quito el estorbo de encima.

Que al buen poeta, lo vuelven loco el amor, y la injusticia.

Que no tengo razón… pues me mato.

Que no he sido tan malo para que me nieguen estar tranquilo.

Y si la muerte es el fin, y aparezco en el cielo, que sea con mi cuaderno.

Que yo quiero escribir, y ser poeta. Que si no valgo para nada,

Porque no me quieren, ni en el infierno,

Allí habrá consuelo. Y además de tener allí los rezos, tienen sentimientos.

Que no me confesé al cura, pero sí a mi cuaderno.

Y aunque nunca te escribí lo que quise, o te hayas reído de mí,

Yo puedo decir, que un día me fui, y fue ya habiéndote dicho “te quiero”.

Que me faltan dos hojas en el cuaderno. Una la eché en el buzón, que era para ti,

Y otra para mis padres, para decirles “lo siento”.

Que no me muero todavía, que yo quiero la calle.

Que si no me dejan ni escribir allí, es que no tengo remedio.

Que en el loquero, también se hace gasto,

Y a mis padres, ya les he dicho “lo siento”.

Por eso voy a escribir una oración, por si se me olvida el evangelio.

Y aunque yo no sepa escribir, seguro que Dios, me lleva a su Reino.

A ver si él me dice, si lloró alguien con mis versos.

Pero que no los lean mis padres, y con eso me voy contento.

Que pasarán vergüenza, sabiendo en que gastó su hijo su tiempo.

Y ahora me voy a dormir, y le pongo el latiguillo al cuaderno.

Que no sé cuándo voy a salir, pero sí, a lo que me atengo.

Que no me da miedo la muerte, y me quedan algunos “duros”.

Y antes de gastarlos aquí, pruebo la ventura.

Que ya tengo mi oración, y las dudas del final.

No sé si ponerle a Dios, dos o tres quejas.

Que él también, me tirará de las orejas.

Y mientras gasto mis “duros”, que me salga algún verso.

Que igual encuentro trabajo, mientras voy componiendo.

Que también me gusta la guitarra, y cantarle al viento.

Y nada, yo me iré con mi amargura, que pa eso estoy viviendo.

Y con mi cuaderno y mi oración, por si me esperan en el cielo.

Que ya me he despedido, y he gastado bastante tinta.

Y esta incertidumbre, con valor se me quita.

Así, que si me da tiempo, ya me escribo yo de nuevo.

Que ya me faltan para acabar, pocas hojas.

Y esto de escribir, es lo que tiene.

Y creo, que aún me da tiempo.

¿No teníamos de Ministro, a uno, que no era ni sargento?

Verychero Dhadra

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